Para qué describir lo que hay al rededor cuando es lo que menos importa. El leve roce de una nariz contra otra, la mirada que viaja de los ojos a la boca, las manos temblorosas que buscan otra piel. Los segundos se estiran hasta volverse insoportables. Las bocas entreabiertas se gritan a suspiros y los ojos se cierran para centrarse en un único sentido. Pero ese beso no llega, los ojos se abren, las narices se separan y las bocas se cierran. Reaparece el mundo, el silencio ensordece, roto únicamente por el sonido de algo que se rompe por dentro.
Kath.B
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