
Este film dirigido por Tim Burton y protagonizado por Amy Adams y Christopher Waltz lleva a la gran pantalla la historia de Margaret Keane cuyos retratos de niños de ojos grandes fueron un éxito total en los años 60.
La película comienza con Margaret abandonando a su marido y llevándose a su hija consigo, en busca de un lugar donde poder vivir tranquilas. De este modo ella intenta vender sus cuadros a distintas galerías que los rechazan por ser una mujer la autora. Para poder ganar algo de dinero con lo que sobrevivir, comienza a retratar a gente en un parque por un puñado de dólares. Es allí donde entra en escena Walter Keane, otro artista callejero que, a diferencia de Margaret, tiene mucho éxito vendiendo sus escenas parisienses. Así, ambos se enamorarán y terminarán por casarse, tomando ella el apellido de él. En un principio las cosas marchan bien en el matrimonio, ambos intentan vender sus obras con poco éxito, hasta que una noche, en un bar donde estaban expuestos cuadros de los dos, una señora de clase alta se interesa por una niña de ojos desmesuradamente grandes que cuelga de la pared. El problema surge cuando para vender las obras, Walter se atribuye las de su mujer, lo que podría parecer inofensivo, pero el poder, la fama, los contactos y el renombre que gana haciéndolo lo lleva a los límites de la locura.
La banda sonora corre a cargo de Danny Elfman, compositor con el que el director ya ha trabajado anteriormente. A este se le une Lana Del Rey con canciones como Big eyes o I Can Fly, que le otorgan un fuerte carácter melancólico y de angustia.
El largometraje frustrará al público que terminará por desarrollar aversión hacia Walter, quien se descubre a lo largo de la película como un fraude y un farsante. Sin embargo, el personaje más interesante y, quizá, profundo de todos es la hija de Margaret, quien solo era un bebé cuando su madre escapó de su casa y que es la inspiración de la misma para sus obras. Esta es la única que no sucumbe a los engaños de su padrastro, pues ella recuerda a su madre pintando los niños de ojos grandes y mirada triste.
Por otra parte, aparece con mucha claridad la violencia de género, pero no la que estamos acostumbrados a ver en los telediarios, la física, sino la psicológica, que aplasta a la mujer hasta reducirla a la nada. Este proceso lleva a Margaret a pasar de ser una mujer resolutiva, independiente, con valores; a un deshecho humano que se autoconvence de estar haciendo lo correcto, pues el acoso psicológico de su marido le ha llevado a distorsionar la realidad que percibe.
Por último, querría comentar también el proceso de compra de arte. Al comienzo de la película queda patente cómo en el mundo artístico tiene poco valor la calidad de una obra, en su lugar se contempla más la posibilidad de obtener ingentes cantidades de dinero por ella o si es de un autor conocido. Así pues, una vez que Keane es mundialmente famoso, se explota hasta el final, vendiendo ya no solo cuadros, sino pósters, láminas, libretas... cualquier tipo de objeto imaginable con una de las obras impresa sobre estos. Este comportamiento podría justificarse con la consciencia de los artistas de lo volátil de las modas y los gustos, un día puedes ser el más elogiado, mientras que
al siguiente te hundes en el olvido, por lo que ha de exprimirse el éxito al máximo cuando se tenga.
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